La guerra del Pacífico (1879-1884) produjo una profunda inestabilidad política y crisis económica que prevalecieron en los años de posguerra. Los gobiernos de turno tuvieron que asumir la reconstrucción nacional al mismo tiempo que se sobrellevaba la derrota militar, la pérdida de territorios y los procesos de negociación. Los años de posguerra se caracterizaron por un debate político sobre la necesidad de una unión como nación, para lo cual se consideró que la instrucción era central para alcanzar una ciudadanía patriótica y cívica. 

La concepción de la escuela

Los años inmediatos al conflicto con Chile alzaron la preocupación sobre el proceso de alfabetización indígena. Este ímpetu se materializó en los proyectos civilistas, cuando el ideal de avance se trasladó a la intención de “mejorar la raza”. Así, el Partido Civil fue el gran promotor del adelanto cultural de la población indígena por medio de la escuela. 

En los años de reconstrucción y de la posguerra se consideró que las escuelas debían cultivar el patriotismo para la integración de la nación a través de la enseñanza de la historia, la geografía y valores en común, teniendo como ejemplo a los héroes nacionales. En esta línea nacionalista, en el Reglamento de Instrucción Pública de 1884, se dispuso que las escuelas municipales implementaran ejercicios gimnásticos y militares. Se buscaba la preparación de los estudiantes para que tuvieran una preparación física a través de la gimnasia, pero también una instrucción militar para que cumplieran con la defensa de la patria. Es en este periodo que en Lima las autoridades municipales empezaron a implementar desfiles escolares que conmemoraban las fechas cívicas. Los estudiantes podían demostrar, en estas ceremonias, sus proezas físicas y marciales a través de ejercicios militares y atléticos (Espinoza, 2013). 


Otro aspecto de esta época concernió al debate sobre el rol de la Iglesia Ccatólica en la educación. Para entonces, diferentes congregaciones religiosas tenían a su cargo una diversidad de escuelas y colegios de las élites. Tanto Manuel Gonzales Prada como Teresa Gonzales de Fanning propiciaron un ambiente y una educación laica para la escuela peruana. En el caso del primero, va en concordancia con su pensamiento político anarquista (González Prada, 1898; Segura, 2022). Mientras que, para la segunda, lo laico era parte intrínseca de la lucha por una educación para la mujer (Comisión Bicentenario 2020-2021). A ello se suma que, para 1891, el periódico El Faro ya reproducía noticias sobre la educación laica en Inglaterra.

La gestión de las escuelas

Luego del conflicto, gran parte del aparato burocrático estatal quedó destruido, obligando a la división de los gastos públicos entre gobierno estatal y juntas departamentales. Por ello, durante el gobierno de Andrés Cáceres (1886-90) estas juntas adquirieron la responsabilidad de sostener las escuelas públicas de acuerdo con los fondos disponibles. Los participantes de la Asamblea Pedagógica de 1889, organizada por la Sociedad de Preceptores de Lima, expresaron lo indispensable que era, para las escuelas públicas, recibir fondos nacionales y provinciales, además de centralizar la educación primaria (Espinoza, 2011-2020).

Durante este periodo, la administración de la instrucción estaba a cargo del Ministerio de Justicia, Instrucción y Beneficencia y del Consejo Superior de Instrucción Pública. Sin embargo, las escuelas eran administradas por las municipalidades provinciales y distritales, dependiendo de sus recursos para su funcionamiento. De acuerdo con el reglamento de 1884, los distritos debían tener escuelas de primer grado; las capitales de provincia, de segundo, y las capitales de departamento, las de grados superiores.

Quiénes estudiaban

Había un relativo consenso de los gobernantes sobre la importancia de integrar a la población indígena a la nación, y uno de los medios era a través de la educación en castellano. Las niñas ya tenían un relativo mayor acceso a escuelas primarias. Incluso se reconocía la importancia y necesidad de que las niñas de los sectores menos favorecidos recibieran instrucción que les sirva para trabajar y ser mejores madres. En este periodo se les permitió a las jóvenes mujeres el acceso a los colegios mayores, aunque quienes asistían representaban una minoría privilegiada. Desde 1884 se permitió que los niños y niñas asistieran juntos a escuelas de primer grado en los distritos que carecían de recursos para tenerlos separados. Sin embargo, estos casos correspondían a una necesidad, no a una propuesta pedagógica.

Fuentes primarias

Referencias